RAFAEL MONTILLA, otro de los artistas “disidentes” de nuevo cuño, ha logrado exponer su búsqueda plástica en los Estados Unidos de Norteamérica. Su relativa abstracción geométrica viene impactando -de manera absoluta- al cubrir grandes extensiones de las superficies artísticas del arte contemporáneo.
Con una especie de espectáculo multidisciplinario presenta sus esculturas flotantes en parques y jardines “miameros” que, convertidos en salas expositivas al aire libre, cuentan con una museografía a la altura de los paisajes escultóricos de la modernidad urbanística.
Nunca varía su patrón óptico de formas puras porque busca la naturalidad perdida. Muy por encima de la interminable polémica sobre la legitimación del arte figurativo y/o abstracto venezolano, su estética se mantiene en una dimensión evocativa de los cálculos visuales para crear nuevas perspectivas del mirador, ya que el arte ahora ocupa el protagonismo que le había robado la arquitectura.
RAFAEL MONTILLA dispone volúmenes en los espacios verdes para que la carta de colores vegetales se combine con la gran paleta pictórica, sea principal o complementaria, en bidimensionalidades dentro de la tridimensionalidad. Sus campos minimalistas de bosquejos en líneas, más que estudios sobre el cuadrado son el resultado de opuestos.
Partiendo de un mismo concepto, tomando como modelo el inagotable discurso abstracto geométrico, traspasa las fronteras del espacio temporal. Concluye que mientras más abstracto es el arte, más responde a la figuración en ordenamientos estructurales de las formas. Sus instalaciones in situ desafían la percepción del transeúnte.
Algunos conjuntos escultóricos desafían la museología y museografía, obligando al discurso teórico-perceptivo -con prácticas sensitivas- sea la dimensión donde luces y sombras crean otros volúmenes alrededor del contexto de las obras. Así la naturaleza se vuelve el sujeto cuando en el proceso creador el objeto se transforma en perspectivas paralelas.
Un artista vinculado al crecimiento de la escultura urbana que, más allá de la monumentalidad, pone en evidencia su aporte a las nuevas cuadrículas al arte público como punto de encuentro entre lo visto y por verse. Tanto esplendor parece la expresión de una plenitud compositiva de lo abstracto dentro lo geométrico con méritos propios.
Carlos Sánchez Fuenmayor
Crítico de Arte